lunes, 29 de agosto de 2011

Modern Family versión mexicana

Jorge Salinas, Bruno Loza (hijo del director) y Luis Roberto Guzmán.


Acabo de ver la película mexicana "La otra familia" y he llegado a la conclusión que las únicas personas que pueden determinar si una pareja homosexual puede o no adoptar un niño son los psicólogos y los trabajadores sociales. Todos sabemos que el mayor temor de la gente es que los menores de edad criados por padres gay tengan la misma conducta en su adultez, pero que sean los expertos quienes tengan la última palabra.

La cinta de Gustavo Loza nos pone en situaciones extremas: una madre heterosexual drogadicta, promiscua y pobre frente a una pareja de varones establecida, adinerada, culta y cariñosa. Así cualquiera se pone a favor de que el pequeño Hendrix, de tan solo siete años, se quede con sus dos papás.

Pero en el mundo real existen tremendas "joyas" en ambos lados. Homosexuales versus heterosexuales, los dos grupos tienen representantes tanto nocivos como positivos para el desarrollo de los niños. ¿Qué hace a alguien un buen padre o madre? ¿No es acaso la responsabilidad hacia sus hijos y el amor y valores que les pueda dar?

Considero que si se comprueba, luego de muchos estudios psicológicos o los que quieran, que las preferencias sexuales de alguien no influyen en la de un niño del cual esté a cargo, las parejas gays que deseen adoptar se convertirían en una nueva alternativa de brindar hogares a menores de edad en situación de abandono.




Claro está que dichas parejas demuestren tener un comportamiento prudente, contar con recursos económicos para costear la alimentación, educación y salud de una criatura, es decir, las exigencias que establece la ley, porque de eso se trata, de formar seres humanos que puedan aportar a la sociedad.

¿Perú está listo para esto? No lo creo. Si ni siquiera lo está para el matrimonio gay. Pasarán muchos años todavía. Sin embargo, mientras ese día llega, ya hay en nuestro país muchas parejas que tienen bajo su cuidado a sus herederos. Y no se trata del caso de 'Jean Paul' y 'José María' -los protagonistas de "La otra familia"-  quienes se quedaron con hijo ajeno, hablamos de niños propios, sangre de su sangre.

La abogada Susel Paredes contó hace unos años, en una charla en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que una lesbiana, por ejemplo, suele dar su óvulo fecundado para que crezca dentro del vientre de su pareja. Ahí las tienen: dos mamás biológicas. ¿Cuántas familias habrán surgido así? ¿Cómo están creciendo estos niños? Estudiantes de Psicología esta es mi propuesta para una tesis.


lunes, 8 de agosto de 2011

El efecto Reggiardo


Todos nos solidarizamos con el congresista Renzo Reggiardo, cuya hija se viene recuperando de un cobarde intento de robo. Lo que llama la atención es ver como el tema de seguridad ciudadana ha vuelto con fuerza al debate público, será acaso porque, en esta ocasión, la víctima indirecta es un parlamentario. Seamos honestos, casos como el de la pequeña Ariana ocurren desde hace mucho tiempo, generalmente quedando impunes. Ahí tenemos el caso de Romina Cornejo, la pequeña que quedó cuadrapléjica por una banda de ‘marcas’. Luego de un año aún no existe condena a los responsables.

Tras esta tragedia ya comenzó la lluvia de propuestas para enfrentar la inseguridad, como la del Fiscal de la Nación, José Antonio Peláez Bardales, para reabrir el penal El Frontón a fin de recluir a los delincuentes más peligrosos y evitar que estos sigan liderando bandas criminales desde las cárceles. El mismo Reggiardo, incluso, planteó que el Ejército salga a patrullar las calles.

Imagino que en esta vez el Congreso de la República no dejara que el tema de la seguridad ciudadana se vaya quedando en el olvido con el paso de los días. Deben ser concientes que este problema, con el que nos enfrentamos día a día los ciudadanos, ha tocado a uno de sus bien remunerados representantes. Es como dijo una periodista al entrevistar a Reggiardo a la salida de la clínica: Si esto le pasa a usted que cuenta con agentes seguridad, qué le puede esperar a la gente en la calle.

Pareciera que los políticos tienen que vivir en carne propia lo que sufre el pueblo para recién percatarse del increíble incremento de la delincuencia en la ciudad. Ello me recuerda a lo que dijo el documentalista y escritor estadounidense Michael Moore en su libro Estúpidos hombres blancos, en un capítulo que titula "La plegaria del pueblo".

Cuenta que en el 2001, Ronald Reagan se encontraba a un paso de la muerte víctima del Alzheimer y cómo su esposa Nancy pudo cambiar la posición de los republicanos, quienes se oponían a las investigaciones sobre células madre, cuyo objetivo es utilizar células de embriones humanos descartados para tratar enfermedades degenerativas como la que padecía el expresidente de Estados Unidos.

Argumentaban que los embriones eran seres vivos, pero la posibilidad de salvar a Reagan pesó más. "Bush dejó de decir que un embrión humano era un ser humano con pleno derecho (...) no eran más que tejido embrionario muerto que podría ser útil para prolongar la vida de cuatro millonarios", dice Moore. Un ejemplo similar lo da con el exvicepresidente David Cheney, quien comenzó a bloquear iniciativas legales antigay, no porque siempre haya comprendido que los homosexuales tienen los mismos derechos que todos, fue luego que su hija se declarara lesbiana.

Es aquí donde Moore hace un polémico comentario: "He llegado a la conclusión de que la única esperanza de procurar ayuda a los enfermos, protección a las víctimas de la discriminación y una vida mejor a los que sufren, consiste en rezar para que los poderosos se vean afligidos por las peores enfermedades y desgracias. Está garantizado que cuando uno de los suyos está en peligro de muerte todos los demás podemos salir ganando". Bastante fuerte o ¿tiene razón?
















lunes, 1 de agosto de 2011

Todos aman a Martha

Caricatura: Mario Molina


Si hay alguien con quien pierdo la objetividad y hace aflorar la más grande de mis antipatías, esa es Martha Chávez Cossío, a quien, francamente, no esperaba ver electa como congresista para los próximos cinco años, pero qué puedo hacer, democracia, le dicen. La señora nunca cambiará, ha pasado solo una semana desde que juramentó como legisladora y está a punto de ganarse una suspensión por 120 días sin goce de haber por haber gritado escandalosamente durante el dicurso presidencial de Ollanta Humala, situación bochornosa de la que fueron testigos las delegaciones extranjeras.

¿Pero la conducta de Chávez realmente amerita una sanción de esta clase? ¿Acaso incidentes como este no se han producido en anteriores cambios de mando? ¿Acaso hace poco no se recordaron las pifias y carpetazos durante el discurso de despedida de Alan García en 1990? ¿Y la olla vacía que dejó Anel Townsend a Alberto Fujimori durante su mensaje de Fiestas Patrias en 1999? Manifestaciones políticas para unos, comportamientos irrespetuosos para otros.

Lo cierto es que el pasado tan repudiable que arrastra la fujimorista -sacando la cara por violadores de derechos humanos, acusando a los estudiantes del caso La Cantuta de "autosecuestrarse", defender actos de corrupción, etc.- es lo que me hace pensar que hace rato que se tiene merecida una jalada de oreja o de todo lo que se pueda. Jocosamente dijo a la prensa que no piensa presentarse a ninguna sesión reservada para dar sus descargos, pues no sabe si la juzgarán con la Constitución Política de 1979 o 1993. Veremos si la sonrisa continúa en los siguientes días.