sábado, 27 de junio de 2015

Al otro lado del salón


Gracias a una invitación de mi recordado amigo y compañero de universidad Enrique Quispez Herrera, pude hacer realidad una oculta fantasía: dictar una clase. Él actualmente es docente en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad César Vallejo-Lima Este (San Juan de Lurigancho) y tuvo a su cargo la organización de la I Semana de la Sociedad de la Información, una jornada de cinco días (22 al 26 de junio) sobre diferentes temas relacionados con el periodismo y redes sociales. Yo formé parte de los expositores en la penúltima fecha con el Taller de redacción para medios digitales y redes sociales.


Los alumnos que acudieron a mi taller fueron de los primeros ciclos. Me tocó un grupo tranquilo. Se mostraron atentos y algo callados. Es ahí cuando me doy cuenta cuáles son los momentos en los que debo caminar entre ellos, hacerles preguntas, pedirles su opinión o que lean los ejemplos de las diapositivas. Me quedo con una satisfacción personal muy bonita. El compartir con jóvenes estudiantes mi humilde experiencia ha sido motivador. 


Incluso podría decir que la docencia acaba de ingresar, con seriedad, a mi lista de alternativas laborales futuras. ¿Por qué no? Claro, debo prepararme más. El buen Enrique, por ejemplo, dijo que el primer paso para eso se resume en tres simples palabras: estudia una maestría. Gracias por el consejo amigo y, como dijo Barney Stinson de How I meet your mother, reto aceptado.

Selfie de rigor con mi promoción Kike.



sábado, 13 de junio de 2015

Terminar para empezar


Chisme de alto vuelo. Eso fue lo primero que pensé al ver la portada de la revista ¡Hola!, de España, que soltó la tremenda pepa de un romance entre el escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, más conocida aquí por ser la exesposa de Julio Iglesias y, claro, mamá de Enrique. Comprendan, por favor, que cuando una sintoniza programas de espectáculos solo encuentra las peleas de desconocidas exparejas de seudoartistas, por lo cual, saber lo que ocurre en la vida sentimental de estas dos personas con semejantes trayectorias, eso sí que me dejó con la boca abierta.

Luego quedé confundida al saber del comunicado de Patricia, la esposa de Vargas Llosa. Aquella parte en la que señalaba haber celebrado 50 años de casados hace poco y rodeados de la familia me hizo pensar ¿¡Hola! había patinado? Pues, no. Como ya es sabido, el autor de La ciudad y los perros confirmó su separación, mientras que una de las hijas de Preysler -quien enviudó en octubre pasado- terminó por revelar todo diciendo que su madre y nuestro compatriota salen hace dos meses. 

Creo que muchas personas al igual que yo, aún recuerdan las emotivas palabras que Vargas Llosa dedicó a su esposa durante el discurso que dio tras recibir el Premio Nobel de Literatura en el año 2010. "El Perú es Patricia", dijo; "Ella lo hace todo y todo lo hace bien", agregó, mientras la voz se le entrecortaba, para rematar con el ya célebre "... hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir". Lindo homenaje y sobre todo agradecimiento por la que hasta hace poco fue su compañera de vida.


Esta parejita revivió en mí aquella trillada idea que el amor eterno sí existe, pero nuevamente nos damos cuenta que las relaciones humanas en sí son y siempre serán complicadas. Ya lo dijo José José, el amor acaba. Desde un laureado escritor hasta un iletrado; desde la mujer más bella hasta la que pasa desapercibida; de los adinerados a los que andan con las justas. Nadie se salva. Nada te garantiza que un matrimonio funcione. Es un reto personal de cada pareja, pues cada integrante pone de lo suyo para durar lo más que se pueda, hasta donde el amor, la costumbre o la necesidad de compañía -o quizá la mezcla de todo- se los permita.

Puedo comprender que alguien deje de querer a su esposa al haber conocido a otra persona, se divorcie y trate de llevar la fiesta en paz. Tan simple como terminar un etapa y empezar otra. Sin embargo, lo que no cabe en mi cabeza es ese afán de algunos de mentir y llevar relaciones paralelas. Aquellos que continuamente andan de infidelidad e infidelidad, pero siempre teniendo a la "mujer oficial" al lado, a la que siempre presentarán en reuniones, orgullosos, la madre de sus hijos y la que nunca los traicionaría. Pero en la calle pasa a ser solo una foto en la billetera. Eso me parece de lo peor.

Yo no sé si el amor de Vargas Llosa y Preysler surgió ahora o hace años. Eso ya es problema de ellos. Lo que sí rescato es que Mario tomó, a sus 79 años de edad, la decisión de no seguir más con la pantalla del matrimonio feliz y duradero, de no seguir aparentando lo que ya dejó de sentir por Patricia, de dejar que su corazón sea nuevamente capaz de ilusionarse y volver a amar. Es un golpe duro para su entorno familiar, son 50 años de casados, lo sé, pero es mejor vivir la dura realidad que atada a una relación de fantasía.