martes, 10 de junio de 2014

Comunicación digital: actualización necesaria

Mi grupo y yo al fondo del salón.

Desde abril pasado participo de la Diplomatura de Comunicación Digital para la Gestión Pública, que ofrece el Instituto de Gobierno y de Gestión Pública de mi querida USMP, un tema importante para mí y para cualquier coleguita que esté ejerciendo la carrera y ve, al igual que yo, cómo cada día aparecen nuevas redes sociales y aplicaciones, como denuncias por corrupción contra presidentes regionales.

La clases son interesantes porque no solo se trata de Facebook y Twitter, sino también de todo lo referente a gobierno electrónico, transparencia y más. Mis compañeros van desde los que saben casi tanto como los profesores hasta aquellos que me han preguntado cuál es la gracia de tener una cuenta en Facebook si puedes mantener el contacto con tus amigos personalmente. En fin. 

A nivel de Comunicación Digital, reconozco que aún tengo que empaparme más y más. No me da vergüenza decir que antes de las clases solo había oído hablar por ahí de temas como PowToon, EverNote, Ópera, Foursquare, Hootsuite, WordPress y así hasta el infinito. Con este último, mi grupo Conexión 3.0 ha creado un blog sobre salud y tecnología.



Al tratar de memorizar estos y otros nombres, recordaba también la época en la que estaba reacia a tener una cuenta en redes sociales. La primera fue Facebook y luego Twitter, las que son hasta ahora mis redes favoritas. Luego al comprarme un smartphone, me volví loca -en el buen sentido- con las notificaciones y el hecho de estar conectada con todo y todos. La posibilidad de publicar fotos al instante sí que te da la sensación de poder.

Hoy admito que me he vuelto una viciosa. Con mi saldo agotado (internet y llamadas) veo a mi celular con indiferencia y hasta siento que hace bulto en mis bolsillos. Apenas llego a un establecimiento consulto si tienen zona Wi-Fi y, tras asegurar que estoy consumiendo, les pido que, por el amor de Dios, me den la clave. Ay de mí, a veces no conecta.

Arrugo la nariz cuando no puedo dar check-in en algún local, pues pierdo la posibilidad de aprovechar una oferta y veo más lejos la posibilidad de volverme alcaldesa de, aunque sea, la bodega de la esquina de mi casa. La situación se agrava cuando en el trabajo las páginas de redes sociales están bloqueadas.

Por lo pronto, a respirar hondo, secarme las manos y a esperar a que llegue el día 12, en el que me restablecerán los servicios del smartphone. Después de todo aún queda la computadora del escritorio y el sábado llegará una nueva clase en la que conoceré qué más me he estado perdiendo todo este tiempo.