martes, 31 de diciembre de 2013

Adiós 2013



El año termina bastante movido, especialmente con el retorno del debate sobre la concentración de medios. El grupo El Comercio ya advierte un posible atentado contra la libertad de expresión, luego que el presidente de la República, Ollanta Humala, se mostrara en contra que un solo propietario tenga bajo su poder el control de la mayoría de medios escritos en el país. 

Debería sacar mi bandera en defensa de la libertad de expresión y la no interferencia del gobierno en la labor que realiza la prensa, pero tampoco me ciego. El exceso de poder nunca ha sido bueno. Ya hemos visto qué papel jugaron diario como El Comercio y Perú21 en la última campaña presidencial, cuando dio todo a favor de la candidatura de Keiko Fujimori, ya sin disimular simpatías personales de los dueños. ¿Se imaginan cómo será en el 2016? ¿Por quién nos dirá que votemos?

La primera prueba de fuego será, precisamente, en el 2014, año en el que renovaremos autoridades municipales y regionales. Veremos si la información electoral es manejada lo más honesta y objetivamente posible. Pero si, de pronto, comprobamos que es una réplica de lo que fue la segunda vuelta, en esta caso presidencial Humala-Fujimori, tendremos sustento para criticar la compra de Epensa por parte del grupo El Comercio.

Yo positiva
A nivel personal, este 31 de diciembre haré todas las cábalas posibles y me bañaré con todos los mejunjes que pueda para dejar la energía negativa a un lado. Fue un año complicado para mí a nivel laboral, pero me permitió conocer la verdadera cara de algunas personas, así como gente de lo más divertida, definir qué es lo que realmente quiero y reencontrarme con excompañeros, de los cuales, me doy cuenta, Dios los ha puesto en mi camino para seguir aprendiendo.

Estoy feliz porque mi familia se encuentra mejor de salud y, pese a los tropiezos, siguen adelante con lo que se han propuesto. Ya casi ni nos peleamos. De otro lado, se fue al cielo mi ahijada Chatita, una perrita de la calle a la que alimentaba en la esquina de mi casa. Ahora tengo un angelito de cuatro patas que me mira desde arriba y debo velar por Coloradoel ahijado que me queda.

En general, ha sido un año aleccionador. Tengo salud, gente que me quiere, una conciencia tranquila y lo necesario para darme mis gustitos, los cuáles debo medir o subiré una talla más de pantalón. Por todo esto, puedo decir a Dios gracias, desde el fondo de mi corazón. Un feliz 2014 para todos.




sábado, 28 de septiembre de 2013

Yo soy... la que te va a extrañar


Con el triunfo de Francisco Chávez Cabrera como Andrés Calamaro, el programa "Yo Soy" nos dijo adiós. Una verdadera lástima porque era uno de mis favoritos y aprendí a quererlo, pues, al principio lo ignore, pero terminé siendo una fanática total. Cómo olvidar que en una ocasión, estaba en el consultorio del dentista y al percatarme que ya iban a dar las ocho de la noche, busqué disimuladamente el control remoto del televisor de la sala de espera para cambiar a Frecuencia Latina y no perderme la etapa de audiciones. Así era yo.

Sin embargo, debo reconocer que esta última temporada no me enganché tanto, ya que era la segunda vez que hacían una competencia entre exconcursantes. Particularmente, considero que les hubiese ido mejor con nuevos imitadores y, por supuesto, nuevos imitados. Ya no más clones de Chris Martin, Alex Lora o José José, por favor. Aún así, sus finales siempre fueron emocionantes, con denuncias de fraude incluidas y gente indignada porque no ganó su preferido, pero que ni movió un dedo para votar por celular.


Debo admitir que "Yo Soy" me permitió ampliar mi cultura musical. Conocí o supe más de ciertos cantantes y aprendí los nombres de los vocalistas de grupos que son verdaderos íconos en sus respectivos géneros. Un claro ejemplo de ello es Janis Joplin, cuyo nombre le escuché, por primera vez, a Pedro Suárez-Vértiz en la canción "Mi auto era una rana". Ver a Daniela Zambrano, con sus enormes lentes y blusas hippie, cantar con una voz potente, y gritos de rigor, me hizo correr a You Tube y Google. Tremenda sorpresa la que me di.

Así puedo seguir con Robert Plant de Led Zeppelin, James Hetfield de Metallica, Brian Johnson de AC/DC, Manuel Donayre, Anamelba, etc., eso sin contar a quienes imitaron a sus artistas favoritos en el casting, pero no lograron el visto bueno del jurado. Aprender los títulos de las canciones de cada uno de los mencionados y demás participantes, uf, ese ya es otro tema. Los "¿El cantaba eso?" fue exclamado más de una vez.


"La Voz Perú" será el reemplazo de "Yo Soy", algo totalmente diferente porque aquí los únicos cantantes famosos que veremos estarán girando en una silla eligiendo a sus pupilos, quienes son, nada más y nada menos, que jóvenes desconocidos. 

Tengo mis dudas sobre el éxito de este programa debido a que ya hubo experiencias como "Operación Triunfo" o "Rojo fama contra fama" -este último bajo la producción del mismo Ricardo Morán- los cuales no tuvieron mucha acogida por parte del público, precisamente por tener en común a rostros nuevos. Espero equivocarme y que este formato logré la audiencia que requiere.


Otro espacio que promociona Frecuencia Latina es "Tu cara me suena". Por lo que he leído hasta ahora es una especie de "Yo Soy" de famosos, es decir, artistas peruanos imitarán a diferentes cantantes. "Suena" interesante. Veremos que tal les va, no obstante, en el fondo de mi corazón, espero que el programa que motiva este post regrese el próximo año por la puerta grande, pues sus sucesores no lograron superarlo.







sábado, 14 de septiembre de 2013

Más vale tarde que nunca



La semana pasada terminé de leer El pez en el agua de Mario Vargas Llosa, un libro al que le tenía ganas desde hace mucho tiempo y que, definitivamente, recomiendo a todos. Veinte años luego de su publicación y de buscar un original, cuyo precio se acomode a mi bolsillo, debo reconocer que no debí esperar tanto tiempo para disfrutarlo.

La parte autobiográfica me impactó más que los pormenores de la campaña presidencial de 1990. Me permitió conocer el lado humano de Vargas Llosa y cómo ese niño llegó a ser el escritor de renombre que es hoy, superando los problemas que hasta ahora continúan atormentando a tantos menores: la violencia en el hogar. Se me escaparon las lágrimas en el microbús con este capítulo, pero, por otro lado, solté la carcajada cuando narró las peripecias que pasó para casarse con la tía Julia.

Admito, con vergüenza, que si hubiese leído este libro antes de dar mi examen oral para titularme, en el año 2008, me hubiese sentido más satisfecha con mis respuestas. Hábleme usted de Mario Vargas Llosa como periodista, me dijo uno de los tres jurados que tenía en frente. Qué lindo hubiese sido citar la obra, hablar de sus inicios tan tempranos en el diario La Crónica, en Lima, cubriendo, incluso, policiales; en La Industria, en Piura; hasta jefe de informaciones en Radio Panamericana. Su actividad como columnista en diversos medios internacionales fue lo primero que se me vino a la mente. Bochorno total.

Sobre la candidatura presidencial, trataba de comparar lo que narraba con los hechos de los que sí tengo recuerdos, ya que yo tenía diez u once años en ese entonces. La manera en que una niña como yo se enteraba de la actualidad en esos días, no era mirando noticieros, sino viendo las imitaciones que hacían los cómicos de Risas y Salsa sobre los desaciertos cometidos por los políticos durante la semana. 

Búrlense de mí si quieren, pero rememoro a un joven Jorge Benavides hablando como Mario siempre bajo una lluvia de pica pica, esos infernales papelitos a los que el mismo escritor les dedica unas líneas por lo insoportables que eran.

Lo que también está en mi memoria es el día de la segunda vuelta, en la que me quedé dormida en la tarde y al despertar mi hermano mayor "asado", como él solo, me dijo que Vargas Llosa había perdido. Por otro lado, mis padres sonrientes con el triunfo de Alberto Fujimori. "Los chinitos son trabajadores", oí que mi mamá le decía a una amiga suya, mientras veían televisión en la tienda y atendía a la gente que compraba cerveza para celebrar, seguramente.

Definitivamente el libro me enriqueció y desempolvó recuerdos que tenía bien guardados. Me ha hecho pensar en la lista de libros que siempre quise leer, pero, por una u otra razón, no los compré. Este es el mejor momento para retomar los textos que tengo pendiente. Total, el tráfico es tan infernal en Lima, que lo mejor es buscar una combi con asiento, sin música ruidosa y un buen libro para soportar esas avenidas congestionadas.






domingo, 1 de septiembre de 2013

El jefe ideal

La actriz Meryl Streep como Miranda Priestly en "El diablo viste a la moda".

Veo con horror que no posteo desde febrero. Han pasado muchas cosas en mi vida desde entonces: un nuevo gato, cambié el color mi cabello y renuncié a mi trabajo. Mi salida de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos me llevó a hacer una análisis -y por ahí un ranking secreto- de los mejores y peores jefes que he tenido en los diez años que llevo ejerciendo la carrera de comunicadora.


No voy a mencionar nombres, lo que busco es solo dejar en claro que es para mí ser un buen jefe. En primer lugar, los he tenido de todo tipo: renegones, chismosos, burlones, paranoicos, locos, olvidadizos, los que se contradicen solos, los que te culpan por salvar su pellejo, los que en realidad no saben lo que quieren, explotadores, flojos, desconfiados, injustos y, por supuesto, los ayayeros. 



Pero también aquellos, que sin decirlo con palabras, pero sí con gestos, demostraron que confiaban en mí. Otros, que al ver un error en mi redacción o hasta como tomaba nota, se dieron el tiempo de decirme "esto se hace así". Algunos amables a los que podía recurrir para cualquier cosa, incluso hablar de temas personales. Y cómo olvidar al que me dio la oportunidad de asumir una jefatura y subir un peldaño en mi humilde trayectoria profesional. Le estaré eternamente agradecida.



De eso se trata, pensé, un jefe que deje huella, pues para ser honesta los he tenido con muchas de las características negativas que menciono líneas arriba, pero, pese a todo, no negaré que aprendí muchas cosas de ellos. Jefes que pudieron ganarse el título de monstruos o brujas, pero que eran, y lo siguen siendo, periodistas con carrera, de aquellos que comenzaron con las máquinas de escribir.



Los que me llamaron la atención porque eran exigentes y les desesperaba que me relajara dejando algún dato sin confirmar. De ellos aprendí a dar todo de mí, a ser disciplinada conmigo misma, a trabajar temas, a olvidar el "así no más". Con el tiempo, pude ganarme su confianza y me sentí como Andrea Sachs de "El diablo viste a la moda" que logró hasta una recomendación de su abusiva jefa Miranda Priestly (Adoro esa película y la recomiendo totalmente, no por la moda, si no por las relaciones laborales)



Todo lo contrario me inspiran otros que pasaron con más pena que con gloria. Es preferible alguien que se muestra tal como es todo el tiempo, aunque sea gruñón, a un lobo con piel de cordero. Mil veces un periodista malhumorado del que puedo aprender algo, antes que una "carita sonriente" para los demás, sin criterio para hacer las cosas. Me quedo con un cascarrabias antes que aquellos que me hacen pensar que estudiaron cualquier cosa menos Comunicaciones, pues lo único que escriben sin pedir ayuda, es su nombre completo. 





domingo, 24 de febrero de 2013

Inseguridad: Culpables y excesos periodísticos


Qué terrible saber hasta en los lugares, aparentemente tranquilos, podemos perder hasta la vida. Una notaría y la puerta de nuestra propia casa. La seguridad ciudadana ha vuelto al ruedo del debate durante la semana, un lugar del que nunca debe salir debido a su complejidad.

Las críticas al Gobierno comenzaron inmediatamente, especialmente luego de las declaraciones del presidente de la República, Ollanta Humala; el titular del Consejo de Ministros, Juan Jiménez; y el ministro del Interior, Wilfredo Pedraza; quienes lejos de explicar las acciones inmediatas que tomarán para poner un alto a esta situación, piden a los asustados ciudadanos no provocar a los delincuentes saliendo a la calle con grandes sumas de dinero o a medios de comunicación, no difundir tanta información policial porque eso ensalza el crimen.

Estamos frente a otro régimen que demuestra no tener un plan concreto sobre seguridad ciudadana, más aún cuando en el país ahora se registran con frecuencia asesinatos por encargo, al puro estilo colombiano. Quizá nunca lo tuvo. No se trata, pienso yo, solo que los policías logren capturar delincuentes, lo que se busca es evitar actos criminales y esto es producto de trabajos de inteligencia.

Asimismo, regenerar a esos sujetos, una labor que, se supone, deben realizarse en los penales. Qué ganamos con una fuerza policial eficiente que detiene a cuanto vándalo y asesino se le cruce en el camino, cuando estos irán a una prisión de la cual saldrán en poco tiempo con ese mismo desprecio por la vida humana.



De otro lado, considero que hay un aspecto en el que los colegas, especialmente los de televisión, sí deben ser autocríticos: demasiada cabida a las notas policiales y el trato poco sensible que muchas de ella denotan. Jiménez, aunque nos cueste aceptarlo, tiene algo de razón.

Seguramente dirán que son las noticias del día, que solo recogen la realidad, que la gente necesita saber lo que pasa, etc.; y en cierta manera tienen razón, pero por Dios ¿tienen que abrir siempre todos los noticieros y mostrar imágenes desagradables? Tras la muerte del fotógrafo de El Comercio Luis Choy, abaleado en la puerta de su vivienda y ante los ojos de su hijita, el programa "Reporte Semanal" de Frecuencia Latina emitió imágenes del hombre de prensa agonizando. ¿Era necesario esto? 

Coincido con algunos tuiteros que expresaron su malestar, pues se preguntan qué pueden esperar de la prensa, si entre periodistas nos hacemos esto, no respetamos el dolor de la muerte. Gerardo Reyna, reportero de RPP Noticias, tuiteó esto: "Mencionan hasta el nombre de la pequeña, seguro si pudieran entrevistarían a la hija de Luis choy. No hay limites por rating en la prensa?".  

Si la ley no protegiera a los menores de edad quizá lo que hoy hubiésemos visto sería una entrevista vía microondas y en exclusiva con la pequeña. El afán de audiencia nos hace perder la brújula. Esta es una oportunidad para empezar la autoregulación, se trata de un colega. No queremos ser simples contadores de muertos.












sábado, 12 de enero de 2013

Uno de tantos



Cuando ya estaba aburrida del caso 'Gringasho' y ver cómo algunos colegas ya no sabían de qué manera involucrar más a Jazmín Marquina para seguir publicando sus fotos al estilo malcriada del "Trome", me dio gusto ver que por fin se le dio un ángulo diferente al tema. "Hildebrandt en sus trece" mostró la libreta de notas del sicario, sorprendiendo a todos: tenía buen desempeño escolar. "¿A dónde hubiese llegado el adolescente con una familia menos bárbara?", se pregunta el semanario, y luego otros medios de comunicación, al recordar que fue abandonado por su madre, criado por la abuela y adiestrado por el tío para ser el asesino que es hoy. 

El semanario se hace una interrogante válida y una invitación a la reflexión sobre el desamparo afectivo y moral en el que se encuentran muchos niños, aún creciendo dentro de una familia. Un hijo es cosa seria. Ser padre, una de las mayores responsabilidades que puede haber. Educar a un ser humano para que se valga por sí mismo, siendo capaz de respetar a las personas y al mundo que lo rodea, con sus diferencias y todo, no es cosa de juego y me saco el sombrero por quienes sí logran hacerlo.

Pienso, entonces, en la historia que debe haber detrás de cada delincuente. Quizá un niño al que sus padres no le prestaron atención o lo maltrataron, empujándolo a buscar compañía fuera de casa, con la gente que encuentre en la calle. Más tarde ese pequeño se hace hombre, embaraza a una chica por descuido y el círculo vicioso se repite. Otra vez un bebé no deseado creciendo en medio de una pareja que no se molesta en disimular su fastidio. Y así muchas generaciones. Es mi idea.

El debate desatado sobre 'Gringasho' respecto a si es necesario seguir protegiendo la identidad de menores de edad que cometen delitos tan graves como el homicidio es necesario, pero debe ir acompañado por una recomendación a todos aquellos que son papás o tienen un niño bajo su cuidado para estar al tanto de quiénes son los amigos o personas que frecuenta. Nunca está demás.

Yo trabajo en una universidad y he tenido la oportunidad de entrevistar a jóvenes que aún no terminan la carrera y no llegan ni a los 23 años, sin embargo, ya tienen proyectos para hacer su propia empresa, están colaborando en las investigaciones científicas de sus profesores o emprendiendo las propias y otros que, incluso, ganaron becas para seguir estudiando en el extranjero. Cuando conozco chicos así pienso en que me gustaría estrechar la mano de sus padres o quienes lo criaron para decirles: "buen trabajo".