sábado, 12 de enero de 2013

Uno de tantos



Cuando ya estaba aburrida del caso 'Gringasho' y ver cómo algunos colegas ya no sabían de qué manera involucrar más a Jazmín Marquina para seguir publicando sus fotos al estilo malcriada del "Trome", me dio gusto ver que por fin se le dio un ángulo diferente al tema. "Hildebrandt en sus trece" mostró la libreta de notas del sicario, sorprendiendo a todos: tenía buen desempeño escolar. "¿A dónde hubiese llegado el adolescente con una familia menos bárbara?", se pregunta el semanario, y luego otros medios de comunicación, al recordar que fue abandonado por su madre, criado por la abuela y adiestrado por el tío para ser el asesino que es hoy. 

El semanario se hace una interrogante válida y una invitación a la reflexión sobre el desamparo afectivo y moral en el que se encuentran muchos niños, aún creciendo dentro de una familia. Un hijo es cosa seria. Ser padre, una de las mayores responsabilidades que puede haber. Educar a un ser humano para que se valga por sí mismo, siendo capaz de respetar a las personas y al mundo que lo rodea, con sus diferencias y todo, no es cosa de juego y me saco el sombrero por quienes sí logran hacerlo.

Pienso, entonces, en la historia que debe haber detrás de cada delincuente. Quizá un niño al que sus padres no le prestaron atención o lo maltrataron, empujándolo a buscar compañía fuera de casa, con la gente que encuentre en la calle. Más tarde ese pequeño se hace hombre, embaraza a una chica por descuido y el círculo vicioso se repite. Otra vez un bebé no deseado creciendo en medio de una pareja que no se molesta en disimular su fastidio. Y así muchas generaciones. Es mi idea.

El debate desatado sobre 'Gringasho' respecto a si es necesario seguir protegiendo la identidad de menores de edad que cometen delitos tan graves como el homicidio es necesario, pero debe ir acompañado por una recomendación a todos aquellos que son papás o tienen un niño bajo su cuidado para estar al tanto de quiénes son los amigos o personas que frecuenta. Nunca está demás.

Yo trabajo en una universidad y he tenido la oportunidad de entrevistar a jóvenes que aún no terminan la carrera y no llegan ni a los 23 años, sin embargo, ya tienen proyectos para hacer su propia empresa, están colaborando en las investigaciones científicas de sus profesores o emprendiendo las propias y otros que, incluso, ganaron becas para seguir estudiando en el extranjero. Cuando conozco chicos así pienso en que me gustaría estrechar la mano de sus padres o quienes lo criaron para decirles: "buen trabajo".