domingo, 1 de septiembre de 2013

El jefe ideal

La actriz Meryl Streep como Miranda Priestly en "El diablo viste a la moda".

Veo con horror que no posteo desde febrero. Han pasado muchas cosas en mi vida desde entonces: un nuevo gato, cambié el color mi cabello y renuncié a mi trabajo. Mi salida de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos me llevó a hacer una análisis -y por ahí un ranking secreto- de los mejores y peores jefes que he tenido en los diez años que llevo ejerciendo la carrera de comunicadora.


No voy a mencionar nombres, lo que busco es solo dejar en claro que es para mí ser un buen jefe. En primer lugar, los he tenido de todo tipo: renegones, chismosos, burlones, paranoicos, locos, olvidadizos, los que se contradicen solos, los que te culpan por salvar su pellejo, los que en realidad no saben lo que quieren, explotadores, flojos, desconfiados, injustos y, por supuesto, los ayayeros. 



Pero también aquellos, que sin decirlo con palabras, pero sí con gestos, demostraron que confiaban en mí. Otros, que al ver un error en mi redacción o hasta como tomaba nota, se dieron el tiempo de decirme "esto se hace así". Algunos amables a los que podía recurrir para cualquier cosa, incluso hablar de temas personales. Y cómo olvidar al que me dio la oportunidad de asumir una jefatura y subir un peldaño en mi humilde trayectoria profesional. Le estaré eternamente agradecida.



De eso se trata, pensé, un jefe que deje huella, pues para ser honesta los he tenido con muchas de las características negativas que menciono líneas arriba, pero, pese a todo, no negaré que aprendí muchas cosas de ellos. Jefes que pudieron ganarse el título de monstruos o brujas, pero que eran, y lo siguen siendo, periodistas con carrera, de aquellos que comenzaron con las máquinas de escribir.



Los que me llamaron la atención porque eran exigentes y les desesperaba que me relajara dejando algún dato sin confirmar. De ellos aprendí a dar todo de mí, a ser disciplinada conmigo misma, a trabajar temas, a olvidar el "así no más". Con el tiempo, pude ganarme su confianza y me sentí como Andrea Sachs de "El diablo viste a la moda" que logró hasta una recomendación de su abusiva jefa Miranda Priestly (Adoro esa película y la recomiendo totalmente, no por la moda, si no por las relaciones laborales)



Todo lo contrario me inspiran otros que pasaron con más pena que con gloria. Es preferible alguien que se muestra tal como es todo el tiempo, aunque sea gruñón, a un lobo con piel de cordero. Mil veces un periodista malhumorado del que puedo aprender algo, antes que una "carita sonriente" para los demás, sin criterio para hacer las cosas. Me quedo con un cascarrabias antes que aquellos que me hacen pensar que estudiaron cualquier cosa menos Comunicaciones, pues lo único que escriben sin pedir ayuda, es su nombre completo. 





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