La semana pasada terminé de leer El pez en el agua de Mario Vargas Llosa, un libro al que le tenía ganas desde hace mucho tiempo y que, definitivamente, recomiendo a todos. Veinte años luego de su publicación y de buscar un original, cuyo precio se acomode a mi bolsillo, debo reconocer que no debí esperar tanto tiempo para disfrutarlo.
La parte autobiográfica me impactó más que los pormenores de la campaña presidencial de 1990. Me permitió conocer el lado humano de Vargas Llosa y cómo ese niño llegó a ser el escritor de renombre que es hoy, superando los problemas que hasta ahora continúan atormentando a tantos menores: la violencia en el hogar. Se me escaparon las lágrimas en el microbús con este capítulo, pero, por otro lado, solté la carcajada cuando narró las peripecias que pasó para casarse con la tía Julia.
Admito, con vergüenza, que si hubiese leído este libro antes de dar mi examen oral para titularme, en el año 2008, me hubiese sentido más satisfecha con mis respuestas. Hábleme usted de Mario Vargas Llosa como periodista, me dijo uno de los tres jurados que tenía en frente. Qué lindo hubiese sido citar la obra, hablar de sus inicios tan tempranos en el diario La Crónica, en Lima, cubriendo, incluso, policiales; en La Industria, en Piura; hasta jefe de informaciones en Radio Panamericana. Su actividad como columnista en diversos medios internacionales fue lo primero que se me vino a la mente. Bochorno total.
Sobre la candidatura presidencial, trataba de comparar lo que narraba con los hechos de los que sí tengo recuerdos, ya que yo tenía diez u once años en ese entonces. La manera en que una niña como yo se enteraba de la actualidad en esos días, no era mirando noticieros, sino viendo las imitaciones que hacían los cómicos de Risas y Salsa sobre los desaciertos cometidos por los políticos durante la semana.
Búrlense de mí si quieren, pero rememoro a un joven Jorge Benavides hablando como Mario siempre bajo una lluvia de pica pica, esos infernales papelitos a los que el mismo escritor les dedica unas líneas por lo insoportables que eran.
Lo que también está en mi memoria es el día de la segunda vuelta, en la que me quedé dormida en la tarde y al despertar mi hermano mayor "asado", como él solo, me dijo que Vargas Llosa había perdido. Por otro lado, mis padres sonrientes con el triunfo de Alberto Fujimori. "Los chinitos son trabajadores", oí que mi mamá le decía a una amiga suya, mientras veían televisión en la tienda y atendía a la gente que compraba cerveza para celebrar, seguramente.
Definitivamente el libro me enriqueció y desempolvó recuerdos que tenía bien guardados. Me ha hecho pensar en la lista de libros que siempre quise leer, pero, por una u otra razón, no los compré. Este es el mejor momento para retomar los textos que tengo pendiente. Total, el tráfico es tan infernal en Lima, que lo mejor es buscar una combi con asiento, sin música ruidosa y un buen libro para soportar esas avenidas congestionadas.
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