Luego de varios años de escribir lo que dicen los demás, hoy doy mi paso a la independencia. Basta de contar lo que la fulanita declaró, lo que el ministro negó, lo que la congresista denunció, lo que el rector invocó y todo esos clichés muy míos y los aprendidos en el camino. Gracias a esta maravillosa y loca era del Internet, ahora seré yo la que opine. Blogger en ciernes.
Cuando comencé a estudiar la carrera de periodismo hace unos años, nos decían que solo cuando ya están bastante trajinado en los géneros informativo e interpretativo, puedes dar el salto al de opinión. La posibilidad de tener una columna es un sueño que siempre acaricié, y el blog me permite tener un espacio de opinión propio, sin esperar a que me salgan patas de gallo o a conseguirme un padrino a punta de franelas.
Miro con satisfacción el nacimiento de mi humilde blog que, francamente, tardé en sacar por culpa de dos de mis defectos más característicos, contra los cuales lucho día a día: la pereza y el desorden. Pero como mis buenos amigos me dijeron: los hombres de prensa de hoy tenemos que estar inmersos en el periodismo digital. Qué pasa con alguien que ni siquiera sabe utilizar las redes sociales. Esa era yo.
Más allá si las personas lo leerán o no, esto tiene para mí fines profesionales y hasta terapéuticos. Acaso no hay nada más sano para la mente y el alma que exteriorizar lo que sientes y crees con total libertad. ¿De qué escribiré? Actualidad, de cajón, y de todo un poco, desde temas que me divierten como el cine, la TV y las mascotas, hasta otros muy necesarios y personales como la salud femenina, por qué no.
Así que deséenme suerte, soy nueva en este negocio, y quiero salir airosa. Tengo mucho que aprender y también qué contar. Me provoca contar tantas cosas, pero no quiero perder amigos ni pelearme con mis familiares. Cambiaré los nombres y agregaré un poco de ficción. Mentira. Tranquilos todos. Hasta pronto.
¡Bien Karen!
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