Dejo de lado las elecciones presidenciales por un momento para presentar ante la sociedad a mi nueva mascota: Milko, un bello gatito atigrado que adopté hace dos semanas, luego de encontrarlo abandonado en la Av. Morales Duárez, en Carmen de la Legua. El veterinario calcula que debe tener un mes de edad y al corroborar que es macho, insistió en la recomendación que me dio cuando el rey de mi casa era mi anterior gato Paquito: la castración. "Así evitarás que se vuelva 'techero'", me dijo.
Y es que Paquito sí que me dio más de una preocupación. Al no estar castrado, cada cierto tiempo desaparecía de casa en busca de gatas en celo, maullando como loco. Regresaba herido y flaco por las peleas con otros gatos que se disputan a las hembras y, por pasar días sin probar comida. La primera vez se fue un fin de semana, después no apareció durante una semana entera y, finalmente, no volvió más. En enero de 2010 fue la última vez que vi esos hermosos ojos verdes.
Para que la historia no se repita, estoy decidida a castrar a Milko. El veterinario calculó que cuando tenga cinco meses será el momento ideal para la operación, en la que le extirparán los testículos. Será lo mejor. Si alguien ha vivido un caso como el mio, estaré agradecida que me cuenten sus experiencias.
En la quincera de mayo le tocarán sus primeras vacunas. Mientras tanto, el pequeñín de ojos color cielo me alegra los días, aunque está en la etapa de las mordidas. Nada lo hace más feliz que su leche y su Ricocat.
No me gustan los gatos, y siempre he tenido recelo por las personas que los crían, me sorprende que sigamos siendo amigos a pesar de haber felinos de por medio.
ResponderEliminarEspero que algún día me expliques, punto por punto, las razones por las cuales te desagradan los gatos. Pero no te culpo, en gustos y colores... yo, por ejemplo, no soy fan de las aves como mascotas.
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